domingo, 17 de mayo de 2009

Estereotipos, criminalidad e inmigrantes



Hace poco leí un libro de Eugenia Scarzanella (Ni gringos ni indios. Inmigración, criminalidad y racismo en la Argentina: 1890-1940) en donde mencionaba la visión que se tenía de los inmigrantes en la Argentina del periodo señalado: de haber sido alentada su entrada masiva al país como agentes portadores de trabajo, tecnología y civilización, habían pasado a ser vistos en las primeras décadas del siglo XX como incómodos, marginales y delincuentes.

Estereotipos que por cierto que no llevan a nada, cuando lo más adecuado sería analizar casos individuales o por último, circunstancias comunes a grupos humanos que definen sus conductas ante lo nuevo, en este caso, la llegada a un país de idioma y costumbres diferentes, ya poblado por multitud de inmigrantes y con condiciones de hacinamiento y marginalidad en la gran urbe -Buenos Aires-.

El ingreso masivo de europeos jamás se dio en el Perú, pese a los deseos de los diferentes gobiernos de turno durante el siglo XIX e inicios del XX, pero sí se dieron los estereotipos sobre qué tipo de inmigrantes europeos convenía al Perú, dividiéndose los "bandos" entre aquellos que abogaban por la llegada de europeos del norte -anglosajones- versus aquellos que preferían la llegada de europeos meridionales -latinos-. Y también, se encuentran aquellos que opinaban sobre los coolíes chinos.

Al respecto Clemente Palma en su tesis de 1897 describía así a los españoles:

"Como carácter, el español es tenaz mientras le duran las vehemencias, valiente porque el valor es una idealización de la vida, pero ese valor arrebatado y heroico dista mucho de ser el valor sereno de las razas prácticas. El valor del español, por una efervescencia de las razas meridionales, es siempre inútil y sin acción en lo que constituye la mejora social e intelectual de su pueblo... raza soñadora y exaltada, es fría, impasible para todo aquello que no reviste formas bellas, para todo aquello que no significa un triunfo inmediato. Instintivamente rechaza todo aquello que sea preparativo para un porvenir lejano... de allí, de esta nota de su carácter, resulta la brillantez del idioma y la poca profundidad de su intelectualismo: por eso, mientras el arte ha adquirido un desarrollo notable en España, la ciencia es muy pobre... aparentemente enérgica, la raza española es débil."


Capelo en su "La vía central del Perú" la emprende contra los colonos europeos en general, en una de los pocos testimonios que he encontrado sobre el tema:

"El colono europeo: Este tipo es el más costoso de todos, pues el europeo apenas pisa nuestras playas no puede vivir sin carne, vino y la alimentación mejor y más abundante, así como no puede vestir y calzar sino con todas sus comodiades; de manera que su subsistencia es costosísima, y como colonos es el más caro de todos los colonos. Desgraciadamente su trabajo corresponde rara vez a sus consumos, y si por cualquiera circunstancia debe trabajar a su lado el hijo del país, el colono europeo se llama inmediatamente al puesto de sobrestante y rehuye todo trabajo personal."


Y testimonios negativos sobre los chinos abundan. Además de denostar de la población de origen africano e indígena en el país, Clemente Palma tampoco escatimaba palabras contra los chinos:

"La raza china en realidad nada representan, ni en el pasado, ni en el porvenir, ni en el presente: es un conjunto de hombres de la misma especie, que unidos por el mismo espíritu de inactividad, han ocupado dese épocas prehistóricas una enorme extensión de terreno sin llenar misión de ninguna clase, ni civilizadora, ni destructora: son la expresión del estupor de vivir... como nuestra raza india, la raza china es una entidad silenciosa y pasiva en la Historia.

La raza china que vino al Perú era aún más degenerada de la que he descrito anteriormente. aparte de que salió para la inmigración de las castas inferiores más abyectas y pasiva, tenía un vicio asesino: la pasión del opio, pasión propia de razas enfermas, que sumerge a los individuos de un letargo constante, en un estúpido ensueño en el que sucumben las fuerzas físicas y la actividad mental..."


Carlos Larrabure y Correa curiosamente entre invectivas, reconoce algunos méritos a los inmigrantes chinos:

"Dura experiencia hemos adquirido con los inmigrantes chinos. Raza débil y degenerada, lejos de mejorar, ha empeorado con el cruzamiento, las condiciones de nuestro pueblo: sus frutos carecen del vigor moral y físico que se requiere en un pueblo nuevo y que necesita luchar con una naturaleza que pide al hombre perseverancia... al chino debemos el inmundo vicio del opio, la proscripción de todas las reglas de higiene y, lo que es peor que todo esto, las vastas proporciones que ha tomado el juego, tolerado primero y autorizado y protegido después por las mismas autoridades. Estas consideraciones están a la vista, señores, y no pueden compensar nunca, en la balanza social, la relativa sumisión, la laboriosidad y los hábitos de ahorro que tienen es cierto algunos de los individuos de esa raza... en vez de protegerla, debe impedirse por consiguiente, la inmigración asiática, ya sea en grupos, o en calidad de peones contratados..."


Palabras mas duras aún refiere Plácido Jiménez a fines del siglo XIX:

"El chino es un agente de inmoralidad que ya nos ha brindado muchos males. Se trajo la clase más despreciable de las poblaciones asiáticas, fue verdadera caza de hombres para arrojarlos sobre nuestros campos a fin de hacerlos trabajar como bestias de carga; llegaron abyectos y el látigo los envileció más. Mal alimentados, anémicos y raquíticos, dominados por degradante sensualismo, carcomidos por la sífilis, jugadores habituales, incorregibles, fumadores de opio, comunican por la herencia y por la imitación todos sus vicios a los que los rodean. Los chinos contagian la pasión del opio a los peones de las haciendas, y a los que frecuentan su compañía, y el opio produce innumerables trastornos en el organismo, favorece la tisis, causa la anemia, origina la parálisis, lleva hasta la locura furiosa."

"Cuando uno se aventura en los estrechos pasadizos de esas casas y contempla las habitaciones reducidísimas, sin aire ni luz, en las que se aglomeran los chinos, cuando se les ve aletargados sobre tarimas superpuestas, cuando se mira las huellas asquerosas de la sífilis que ostentan esos desgraciados, cuando se siente el olor acre del opio y del mugre; domina al espíritu profunda melancolía, se sorprende uno con dolor de que haya hombres que abdiquen su dignidad y lleguen a valer menos que los animales... El utilitarismo nos domina, por eso se defiende a los chinos diciendo que trabajan muy barato y que alimentan a nuestro pueblo casi de balde. El chino trabaja barato porque no forma familia, porque su nutrición es escasísima y porque habita pocilgas."


Alfredo Sachetti también menciona palabras duras contra los chinos:

"El problema de poblar el Perú mediante una fuerte corriente inmigratoria presenta por ahora no pequeñas dificultades. Prueba de ello son los muchos tentativas de gobiernos y particulares hasta el presente y cuyos resultados han sido nulos y aun desastrosos al país (*consideramos como tales entre otros la introducción de asiáticos)."


Por otro lado, también se encuentran los estereotipos positivos sobre los europeos, e inclusive dada la mentalidad de la época, sobre los inmigrantes asiáticos. Clemente Palma en la mencionada tesis refiere lo siguiente:

"La raza criolla en su valor de raza mediana... está en excelentes condiciones para cruzarse con alguna raza que le dé lo que le falta: el carácter. En mi humilde concepto, señores, creo que él puede dárselo la raza alemana. El alemán es físicamente fuerte: vigorizará los músculos y la sangre de nuestra raza; es intelectual, profundamente intelectual: dará solidez a la vida mental de nuestra raza, armonizará en el cerebro de los escogidos, el sentimiento artístico, herencia de la raza latina, con el espíritu científico de los germanos; es sereno, enérgico, tenaz: será contrapeso a la vehemencia, debilidad e inconsistencia de los criollos."


Pedro Gálvez en 1871 también prefiere la inmigración alemana entre el resto de europeos:

" Instruido y trabajador, el alemán es un buen emigrante y respecto a cualesquiera motivos aparentes para tachar sus buenas cualidades, podría contestarse lo mismo que hemos dicho de los ingleses, si la asimilación de estos emigrantes es más lenta, también es más sólida e importa mucho introducir en los pueblos del Perú individuos que llevan la seriedad de la razón y la constancia del trabajo como elementos de orden y progreso."


El único intento con mediano resultado de inmigración alemana fue el realizado por Schutz con la fundación de la colonia de Pozuzo (con inmigrantes tiroleses y alemanes del sur), basado en que Schutz buscaba un lugar donde poder dirigir la gran corriente inmigratoria alemana de mediados del siglo XIX, y en el cual no perdieran sus costumbres tradicionales:

"aún el alemán más sencillo se da cuenta que es la raza preferida, en lugar donde la aristocracia de raza es tan importante, mientras que en Norteamérica tiene que obedecer las reglas de los yankees. La mayoría de los emigrantes a Norteamérica copia al yankee en todo aspecto y muy pronto se siente avergonzado de hablar en su lengua ya que se le trata con desprecio. En Sudamérica, en cambio los alemanes son el ejemplo de trabajo que todos quieren copiar"


La postura de Manuel Prado en sus artículos sobre la "Inmigración vascongada" de 1860 más bien apoya la llegada de elementos europeos meridionales, al igual que la propuesta de Garezon (ex-Cónsul del Perú en Génova): "La inmigración italiana es la que más se asemeja al elemento nacional, la más tranquila, honrada y trabajadora, la más simpática a las poblaciones y las autoridades y la más capaz de llevar a cabo la prosperidad del país."

Una postura más ecuménica con respecto a los europeos, aunque con un favoritismo por los italianos, fue la adoptada por Larrabure:

"Respecto del lugar de Europa en donde especialmente debemos tomar la inmigración, me parece que todos los Estados de ese continente, con excepción de Turquía, tienen población activa, industriosa y robusta... por circunstancias especiales nos convendría, sin embargo, que se les escogiera de preferencia en Alemania, Francia, Italia y las provincias vascongadas... los alemanes además de constituir una raza sana y vigorosa, son generalmente hombres de trabajo, perseverantes y pacientes... los franceses son emprendedores, amantes decididos del país donde llegan a establecerse, saben vulgarizar pronto las conquistas de la civilización... los italianos reunen condiciones que los hacen inestimables como colonos: su sobriedad, resignación y laboriosidad, se han hecho tradicionales en nuestro continente. Son entre los europeos, los que más pronto se asimilan a los sudamericanos... en cuanto a los vascos españoles, sería ligereza creer que no son excelentes colonos... dondequiera que se haya establecido el vasco, ha sido siempre moral, de costumbres sencillas y muy útil a su patria adoptiva..."


Y por supuesto, tampoco faltan elogios (aunque escasos) a los colonos chinos, sobre todo de parte de Pedro Paz Soldán y Unánue, autor de la más célebre monografía sobre el tema inmigratorio del siglo XIX en Perú: "Del estudio a cuyo término hemos llegado resulta, que de las numerosas y costosas tentativas de inmigración hechas en el Perú, la única que prendió y queda en pie es la asiática: si hoy mismo no continúa es debido a la guerra y sus consecuencias". Capelo nos dice:

"Tres tipos se prestan para realizar este propósito (la colonización agrícola amazónica): el chino, acostumbrado a consumir muy poco en su vestido y en su subsistencia y avezado al trabajo y a todo género de privaciones, es el elemento que cuesta menos y que más prontamente produce resultados positivos... en el camino del Pichis, kilómetro 4, donde está situado el puente del Paucartambo, se concedió un lote de diez hectáreas a un chino llamado José Pérez, sin darle ningún otro recurso. A los sesenta días, Pérez tenía establecido un tambo y sembrada más de una hectárea de maíz y hoy vive allí con su mujer y sus hijos y se han establecido a su proximidad varios otros colonos peruanos y europeos, siendo de notar que Pérez ha sabido atraerse a los chunchos, a quienes en cambio de alimentación, hace trabajar en su chacra que prospera rápidamente."


Todo lo escrito anteriormente no pasa de estereotipos basados en ideas raciales tan en boga en el siglo XIX y que en el siglo siguiente llevarían a los mayores conflictos bélicos sufridos por la humanidad. Pero, objetivamente, ¿qué tenemos en concreto para definir a un grupo humano como "bueno" o "malo"?. Lo único aproximado, inexacto por ende, serían las estadísticas de criminalidad. Sobre el tema no existen muchos estudios, pero dentro de lo poco que he encontrado se pueden sacar algunas conclusiones.

Está claro que el grupo inmigratorio de mayor número (de lejos) llegado al Perú en el siglo XIX fue el de los coolíes chinos, procedentes de Macao y Cantón entre 1849 y 1874: 87,725 de acuerdo a J. Martinet y 87,343 de acuerdo a Garland. Mientras que el número de europeos en el Censo de 1876 es de 18,078 (citado por Bonfiglio). ¿Y cuáles son los índices de criminalidad de dichos grupos?


La inmigración china - Historia del Perú Contemporáneo.
Carlos Contreras, Marcos Cueto. Instituto de Estudios peruanos, 2007



En la Memoria presentada al Congreso por el Ministro de Justicia, Instrucción y Beneficencia de 1862, de un total de 600 reos hombres en Lima obtenemos los siguientes resultados de extranjeros (por nacionalidad):

Chilenos: 24
Cantoneses: 20
Ingleses: 14
Españoles: 12
Franceses: 11
Italianos: 7
Norteamericanos: 6
Alemanes: 3
Portugueses: 2
Suecos: 1
Otros (ecuatorianos, bolivianos, mexicanos, neogranadinos): 6

Como vemos, el grupo extranjero con mayor índice de criminalidad es el chileno, en los cuales las causas de prisión eran en su mayoría por falsificación de monedas, fraude, estafa y en otros casos homicidio. En el grupo de los cantoneses la mayor parte eran condenados por homicidio. En el resto, prácticamente a partes iguales entre las estafas, los robos y los homicidios se distribuyen los delitos cometidos.

Por lo tanto, al menos en este documento no hay una prueba fehaciente de la "criminalidad" de los asiáticos, mas aun teniendo en cuenta que ellos eran tratados en condiciones infrahumanas, en muchos casos semiesclavizados, malnutridos y hacinados en las haciendas, los ferrocarriles y las islas guaneras, mientras que el resto de extranjeros se desempeñaban gozando de los derechos civiles comunes a los peruanos (y a veces mayores ventajas al ser salvaguardados por sus consulados).

El porcentaje tampoco ofrece diferencias notorias. Para 1866 la población en Lima se estimaba en 121,362 personas (dato algo exagerado); y para 1862 -año de la Memoria reseñada- se estima en 16,861 los coolíes desembarcados en el Callao, de los cuales pocos residían en Lima -me atrevo a decir que menos de un tercio- y un aproximado de 6000 europeos residentes en Lima. Y para 1884, la población de Lima se estimaba en 101,488 personas, con 10,506 europeos y sólo 2,202 chinos.

Sin embargo, Jiménez obtiene los siguientes datos, en un estudio realizado entre 1862 y 1895:





Estos últimos datos, si bien un análisis ligero llevaría a concluir la mayor criminalidad entre los asiáticos, no toman en cuenta el estado de marginalidad en la que ellos se desarrollaban, abandonados por una sociedad que además de traerlos en condiciones de semi-esclavitud, los estigmatizaban llegando incluso a proponerse la prohibición del establecimiento de los chinos luego de terminados sus contratos, en el Perú, y la inmediata deportación de no renovar los contratos... situaciones claramente xenófobas e inaceptables en un estado de derecho.

El punto de este post ha sido exponer los prejuicios existentes en la sociedad decimonónica limeña (digamos que mundial, por la difusión de las teorías raciales de superioridad e inferioridad), y cómo ante un indicador (nacionalidad de reos condenados) no se sustentan.









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(1) Memoria que presenta el Ministro de Estado en el departamento de Justicia, Instrucción Pública y Beneficencia al Congreso Nacional de 1862
(2) La vía central del Perú. Escrito por Joaquín Capelo. Impr. Masias, 1895
(3) Pedro Gálvez. Proyecto de Inmigración al Perú. Imprenta del Estado, 1871
(4) Alfredo Sachetti. Inmigrantes para el Perú. Imprenta de la Opinión Nacional, 1904
(5) Reseña industrial del Perú. Escrito por Alejandro Garland, Peru. Ministerio de Fomento. Impr. la Industria, 1905
(6) Giovanni Bonfiglio. La presencia europea en el Perú. Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2001
(7) El porvenir de las razas en el Perú: Tesis para optar el grado de bachiller en la Facultad de Letras. Clemente Palma. Publicado por Imp. Torres Aguirre, 1897
(8) La inmigración en el Perú. Pedro Paz Soldán y Unánue, 1891
(9) La Sociedad y el Delito. Tesis presentada por el Bachiller don Plácido Jiménez al optar el grado de Doctor en la Facultad de Jurisprudencia. En: Anales Universitarios del Perú. Publicado por Francisco García Calderón, Tomo XXIII, Lima. Imprenta Liberal, 1898.
(10) Colonización de la costa peruana por medio de la inmigración europea: tesis que para optar el grado de doctor en la Facultad de ciencias políticas y administrativas. Carlos Larrabure y Correa. Publicado por Librería escolar é imprenta de E. Moreno, 1900
(11) Monografías históricas sobre la ciudad de Lima. Escrito por Lima (Peru : Province). Concejo Provincial, Bernabé Cobo. Publicado por Librería e imprenta Gil, s.a., 1935
(12) Ni gringos ni indios: inmigración, criminalidad y racismo en Argentina, 1890-1940. Escrito por Eugenia Scarzanella, Irene Theiner. Publicado por Universidad Nacional de Quilmes Ediciones, 2002

sábado, 16 de mayo de 2009

La Guardia Urbana Estranjera


Pompiers francais - Archivo Courret (1890, posterior a la Guerra) - Click para ampliar

Un capítulo importante dentro de la aciaga historia de la fraticida Guerra del Pacífico es la toma de Lima. Iniciadas las hostilidades (no es del ámbito del presente blog definir las causas de la misma) en 1879 y luego de la campaña del sur en 1880, las puertas de Lima se hallaban a la vista del ejército chileno. Es así que en enero de 1881 se desarrollan las batallas de San Juan y Miraflores, con un resultado nefasto para las tropas peruanas y la consiguiente victoria chilena. Nos centraremos en el tema de los extranjeros asentados en Lima y su participación durante esta difícil coyuntura.

Ya durante la campaña del sur las diversas embajadas y consulados extranjeros habían declarado su neutralidad durante la guerra, quedando sus súbditos considerados como neutrales y sus negocios, supuestamente, libres de la situación bélica. Sin embargo, durante la toma de Mollendo iniciaron los incidentes diplomáticos con colonias extranjeros, en esta caso específico con la colonia italiana. En abril de 1880 el Encargado de Negocios de Italia presenta un reclamo solicitando se aclare la situación de seis de sus connacionales (Nicolás Rubatto, José Barabino, Nicolás Conte, Juan Campodónico, Noé Beverini y Sebastián Midolo) quienes habían sufrido graves perjuicios en sus establecimientos al ser tomado en puerto de Mollendo (en marzo) por las tropas chilenas, y que en el caso de Nicolás Conte la bandera italiana apostada en la puerta de su local fue deliberadamente arrancada de forma violenta por soldados chilenos. Esto inició una investigación en julio de 1880, en la cual fueron tomadas las declaraciones de diversos militares chilenos, quienes testimoniaron que los mismos italianos habían incendiado sus almacenes por salvarse del mal estado de sus negocios (Teniente Ramón Arriagada) o que no conocían de estos hechos (Coronel Martiniano Urriola), concluyendo la investigación con la ausencia de responsabilidad de los militares chilenos en la causa imputada.

Pero también existía hostilidad por parte de la población peruana hacia algunos extranjeros. Es el caso de la persecución de las chilenas casadas con italianos establecidos en el Callao a fines de 1879. Al respecto existe una investigación en la cual se menciona que el 7 de noviembre de 1879 el "pueblo enfurecido" allanó y destruyó los domicilios de los italianos Angelo Baffico, Giuseppe Badanero, Luigi Chosso, Erasmo Airaldi y Luigi Boccardi. Al respecto los afectados expresaron:

" Acta de la declaración del señor Angelo Baffico. El día 27 de noviembre de 1879 en la Cancillería del Consulado de Italia en el Callao, ante mí Domenico Pappalepore Nicholai, Real Vice-Cónsul en el Callao, acompañado del señor Daniele Nattini, que actúa como canciller, se constituyó personalmente el señor Angelo Baffico, hijo de Antonio, natural de Génova, gerente del Hotel Iquique, situado en esa ciudad, calle de la Constitución, quien declaró lo siguiente: Que el día 7 del corriente como a las 3pm una multitud de cerca de 50 personas rodeó tumultuosamente su habitación, pidiendo a gritos que les entregase a su esposa por ser chilena... que a tal pretensión contestó el declarante mostrando el certificado de matrimonio... haciendo presente que por tal acto su mujer no debía ser tenida por chilena sino que tenía la nacionalidad italiana del marido... que no sabiendo que partido tomar, hizo fugar a su esposa por el techo y la puso bajo la protección del Consulado americano, contiguo a su casa...

Compareció en seguida el señor Giuseppe Badanero, hijo de Doménico, natural de Génova, de nacionalidad italiana, comerciante... que el mismo día 7 de noviembre una turba de mujeres y muchachos y algunos hombres... invadió los alrededores de mi casa, situada en el número 37 de la calle General Castilla, primer piso, la turba comenzó a proferir amenazas de violencias y de incendio, si yo no entregaba a mi esposa, la que tenía por única culpa ser natural de Chile. Traté de calmarlos, haciéndoles ver que yo era italiano y que mi esposa estaba ausente... aquella gente comenzó a arrojar piedras... la extrajeron casi a la fuerza violando mi domicilio y se la llevaron a la Comisaría y gracias a los oficios dados por el Cónsul, pude lograr que se me entregase de nuevo...

... Compareció personalmente el señor Luigi Ghiosso, hijo de Giovanni Battista, natural de Lavagna, de oficio pulpero, residente en esta ciudad en la calle de Washington... como a las 11:30 am del mismo día 7 de noviembre, una turba de más de 200 personas... asaltaron mi casa, pidiendo a gritos que entregase a mi mujer que era chilena. No pudiendo hacer ninguna resistencia, aquella multitud entró a la bodega, derrumbando y rompiendo todo cuanto les vino a las manos... entregué a mi esposa, la que fue conducida a la Comisaría; hacia la tarde me fue restituída, luego que me presenté a reclamarla con la carta que obtuve en el Consulado...

A los seis días del mes de noviembre del año de 1879... compareció personalmente el señor Erasmo Airaldo, hijo de Agostino, natural de Génova y domiciliado en el Callao, empleado en el Hotel de Italia, calle de Hanga, número 31... que mientras me encontraba en mi oficio, se me avisó... que mi casa había sido asaltada por el pueblo. Acudí al punto y encontré que la puerta había sido forzada, mis efectos robados y la señora que allí se encontraba llevada por los que formaban la turba...

En seguida compareció Luigi Boccardi, natural de Mesina, residente en el Callao, empleado en el Café Romano, que habita en la misma casa que Airaldi... que encontró todos sus efectos, con excepción del lecho, habían sido hurtados, y que su cuarto presentaba el aspecto de un lugar recientemente saqueado..."


Vemos como los incidentes xenófobos se veían a medida que desarrollaba el conflicto. En diciembre de 1880 se forma por órdenes del Dictador Nicolás de Piérola la Guardia Urbana, a fin de mantener el orden público en Lima, siendo integrada por extranjeros residentes en Lima, miembros de las bombas europeas y algunos peruanos. Esta guardia fue disuelta prontamente en enero de 1881, en vísperas de las batallas de San Juan y Miraflores. Para entender en algo los desmanes que a continuación vamos a narrar, es importante señalar la actitud que tomaron muchos de los chinos que trabajaban -en muchos casos en condiciones inhumanas- en las haciendas del sur de Lima, específicamente en Lurín.

Estos trabajadores, contratados de manera subrepticia en no pocas ocasiones, venía a laborar por 8 años en diversos lugares, haciendas costeñas, trabajos de ferrocarril, islas guaneras, etc. Muchos de ellos para la época en mención se hallaban en la condición de chinos libres, es decir, habían cumplido sus contratos y se habían trasladado a Lima, concentrándose en los alrededores del mercado central y la calla Capón, establenciendo negocios comerciales de productos al menudeo, telas y géneros asiáticos, productos medicinales y joyerías entre otros. Sin embargo, aun existían muchos de sus compatriotas sujetos a los esclavizantes contratos, quienes a medida que avanzaba el ejército chileno veían a estos militares como sus salvadores, puesto que al abandonar los hacendados y sus capataces las haciendas, podían fugar y recuperar la libertad y sus derechos -para estos trabajadores coolíes muchas veces no existía otra justicia que no fuese la del propio capataz, es decir, se hallaban privados de derechos civiles-. Quintín Quintana era un ex-coolíe, quien habiendo cumplido su contrato laboral, se establece en Ica dedicándose al rubro comercial. Es conocido que al acercarse el ejército chileno, les ofreció hospitalidad y colaboración, arengando a sus compatriotas -como veremos a continuación- a apoyar la causa chilena. Se calcula que unos 2000 chinos participaron en las labores del ejército chileno, como aguateros, cargadores, guías, sanitarios e incluso como soldados.


Quintín Quintana

Es así que el 14 de enero de 1881, se redacta una comunicación oficial dirigida al cuartel general chileno, en donde se detalla lo siguiente:


"El 11 encontrábase el ejército en Lurín, el general en jefe practicaba personalmente otro reconocimiento sobre Chorrillos, decidido, al parecer a emprender por ese punto el ataque… intercurrían así los sucesos en el orden militar, un hecho curioso y también digno de la historia, sucedía entre los chinos. Estos veían aproximarse la hora de una batalla decisiva, que para ellos debía ser de gran trascendencia, porque del resultado pendía su propia libertad. Los chinos, raza esclava y sujeta a la ley de los antiguos parias en el Perú, veían en el triunfo de Chile su redención, la recuperación de sus perdidos derechos para trabajar como hombres libres, amparados por las leyes comunes… mediante la práctica de corrupción que en él reina (Perú) sobre todas las cosas, los chinos no tienen otros jueces que sus amos, estos poseen degradantes cárceles hechas ex profeso con todo lujo de inhumanidad y de barbarie, para encerrar en ella a su antojo a los desdichados asiáticos, cargándolos de cadenas e infringiéndoles toda clase de martirios, los que acaban al fin por ocasionarles una muerte, cuya agonía suele durar años…

Esa colonia, en número de 658 individuos, se había reunido en Pagoda de San Pedro de Lurín, en el día arriba indicado, en una especie de capilla de regular extensión, que se veía alumbrada, a pesar de no ser de noche, por cuatro faroles chinos de varios colores, y adornada por un altar solo, en que figuraban tres estatuas o retratos de madera, a manera de los que suelen verse en los altares de nuestras propias iglesias. La estatua o santo del medio representaba a Kuong-kong, especie de Marte de la religión de los colonos, y figuraba a un hombre de grande estatura, luenga y espesa barba y rostro color rojo, con una enorme espada en la mano derecha, espada que, según la creencia de los fieles, eran manejada por su Kuongkong, no obstante pesar más de 1,000 libras. El santo de la derecha representaba a un joven imberbe y de rostro blanco, a quien creían hijo de Kuongkong, y le llamaban Yong-long, y el de la izquierda, especie de ayudante de su referido dios de la guerra, era negro y de grandes ojos blancos, tenía también espada y se llamaba Affay. Ante esta rara trinidad, un chino ofició algo que parecía misa, y en seguida procedió a degollar un gallo, símbolo de la guerra, cuya sangre depositó en una redoma. Por esa sangre belicosa juraron los chinos ser su deseo y sus votos que las armas de Chile salieran victoriosas, y así se lo pidieron a Kuongkong con todo respeto, bebiendo en seguida la sangre mezclada con agua. Todos los 658 colonos alcanzaron parte del mistificado líquido. Terminada la ceremonia, el chino Quintín Quintana, jefe elegido por la colonia misma, pronunció un largo discurso, en que habló de la esclavitud reinante en el Perú y de la próxima libertad e imperio de las leyes comunes."




Mandos chilenos al sur de Lima acompañados de Quintín Quintana - Click para ampliar

El capitán Elías Casas en su diario describe lo siguiente:

"Domingo 9 de enero.-
Los mil y tantos chinos que siguen al ejército chileno y que tienen su campamento por separado, han tenido una reunión para hacer un juramento solemne, ante un altar que hicieron, colocando la bandera chilena y la china, de color amarillo, de forma triangular con un dragón. En esta reunión se acordó, que siendo Chile el protector de ellos por el buen trato que recibían, al contrario del trato peruano, pues eran rigurosamente castigados a palo y la comida muy escasa, ayudar a los chilenos en todo. Para solemnizar el juramento, acordaron ponerse de acuerdo con los 10,000 chinos de Lima, mandando un parlamentario con cartas escritas en idioma chino, para que todos ellos protejan a los chilenos y hagan el mayor mal posible a los peruanos, y procedieron a degollar un gallo en una cuba de agua, tomando el jefe una copita de esta mezcla y apuntando su nombre en un libro de registro; en este orden, todos bebieron para sellar su juramento, quedando constancia de cada uno de ellos de haberlo hecho. "


Escenas como ésta eran bastante comunes -y comprensibles-. El punto es que una vez conocida la derrota de las tropas peruanas en San Juan y la toma de Barranco y Chorrillos, grupos de soldados peruanos dispersos, armados y sin líder a la vista, hambrientos luego de días de campaña, comenzaron a llegar a Lima. El día 14 de enero al escucharse el fragor de la batalla, muchos limeños abandonaron la ciudad y se refugiaron en el puerto de Ancón, donde se había estacionado la flota naval neutral -los buques ingleses, franceses, italianos, alemanes, entre otros- desembarcando tropas extranjeras de los buques mencionados con la finalidad de proteger a la población allí refugiada de los dispersos que venían de Lima.

El día 15 al promediar las 3pm comenzaron los dispersos a atacar las chinganas y establecimientos de comida de los chinos residentes en Lima, debido a una mezcla de necesidad, hambre y sed; y de xenofobia ocasionada por el apoyo conocido de algunos chinos coolíes a la causa chilena. Las turbas fueron arrasando estos negocios al inicio y luego empezó el saqueo de casas de particulares y pulperías de italianos:

Toma de Lima i el Callao (Versión chilena de La Actualidad, diario de Lima).- Según unos, a las 2pm y según otros a las 3 (del día 15) comenzaron los dispersos a atacar las chinganas y demás establecimientos de víveres de los muchos asiáticos residentes aquí. Las tropas estaban sin comer hacía mucho tiempo. Hay varias versiones sobre el principio de saqueo e incendio. Algunos lo atribuyen a l hecho de haber muerto un chino a un celador peruano, el cual le quiso hacer pasar un inca, y al ver que no quería el chino, trató de robarle la mercadería. El populacho se indignó y comenzó a darle fuego a los establecimientos de los hijos del Celeste Imperio. La plaza del mercado de Lima ha sido reducida a cenizas, lo mismo que las calles de Capón, Zavala y otras que eran ocupadas exclusivamente por establecimientos de chinos. Además trataron de dar fuego a la población por varias partes a un mismo tiempo, pero felizmente la guardia urbana estranjera tomó cartas en el asunto y armándose con los rifles de los mismos dispersos restableción el orden, no sin haber un terrible fuego de fusilería con los amotinados toda la noche y parte de la mañana del 16...


Episodios (relación de un estranjero, testigo ocular).- Los dispersos del ejército, empezaron en la noche del 15, a recorrer en grupos por las calles, amenazando a los transeúntes y cometiendo actos de depredación, que no pudieron ser reprimidos, porque toda autoridad había desaparecido… protestando padecer hambre, se echaron al principio sobre las encomenderías de víveres de los inermes asiáticos, despedazaron sus puertas a disparos de rifle y hacha y entraron a saco en ellas sin dejar cosa alguna, y en seguida se lanzaron a los almacenes por mayor de géneros asiáticos, almacenes de artículos valiosísimos, que venden joyas, telas finísimas de seda, mantas de burato y otras obras delicadas de manufactura asiática. Todos estos almacenes fueron igualmente saqueados… se calcula en cerca de 1 .000,000 de soles el valor de los edificios destruidos y en más de 5.000,000 las especies robadas, pues sólo en el almacén del asiático Kin-Ton han desaparecido más de 2.000,000 en joyas y otros valores... las calles de Bodegones, Melchormalo, Palacio, Polvos azules, Capon, Albaquitas, Hoyos y casi todas las que quedan abajo del puente, fueron otros tantos teatros de estas escenas de horror y desolación. En esta última parte de la ciudad, no solo fueron asaltados y saqueados los almacenes asiáticos, sino también los de algunos italianos. En el de la Ninfa, perteneciente a un súbdito de esta última nacionalidad, se encontró el cadáver de su dueño en la puerta del almacén…



Pompiers francais - 1881(Archivo Courret)

En medio de este caos generalizado, y ante la ausencia de las fuerzas del orden público (Piérola al verse derrotado abandona Lima y huye a la Sierra), se reconstituye rápidamente la Guardia Urbana extranjera la mañana del 16, solicitando armas y municiones a la única autoridad peruana que quedaba en la ciudad, el alcalde Rufino Torrico. El capitán Champeaux, administrador del muelle Dársena del Callao, era el jefe de la guardia urbana, y con cerca de 5000 extranjeros tuvieron el valor bastante para salir de sus casas en defensa de la ciudad amenazada por la turba de total destrucción. Inmediatamente formaron patrullas, que partieron a los lugares invadidos a disipar los grupos apostados en las calles. El mismo testigo anónimo de la referencia anterior señala que las colonias francesa, norte-americana, inglesa, española, suiza, colombiana y ecuatoriana se distinguieron en este servicio, sobre todo la ecuatoriana a caro de don Juan Ballen, la cual se dirigó al lugar más peligroso, la calle de Hoyos, en donde las turbas se habían reconcentrado, por ser el lugar más apartado del centro de la ciudad y existir allí muchos establecimientos de asiáticos.

En el Callao también existieron estos desmanes, ocasionados por turbas armas y hambrientas, cuando no con lumpen urbano mezclado entre ellas. Al respecto el corresponsal del Diario Estrella de Panamá narra lo siguiente:

"El Callao no sufrió menos que Lima, allí principió el motín el 16 y continuó en pleno día 17. A la fuerza, conseguían los sublevados que las carretas condujeran las mercancías que ellos robaban. Los estranjeros, a sabiendas de lo sucedido en Lima, resolvieron imponer la ley por su cuenta, y fueron presentándose a medida que conseguían armas. Tuvieron muchos muertos, entre los cuales mencionaré a Mr. Henrietta, sobrino del finado general Halleck, y a M. Delvoi, conocido residente francés. Después de cuatro horas de combate recio y de matar 150 enemigos, lograron restablecer el orden, de suerte que los chilenos entraron sin esa resistencia que les habría dado pretexto para entregarse a los mayores excesos. La guardia de estranjeros salvó, sin duda, al Callao, pues impidió también que estallaran varios depósitos de pólvora. Uno de los de la guardia, Mr. Staples, inglés de nacionalidad, entró al castillo y logró conseguir que no volara el depósito que contenía 70 toneladas de pólvora..."


Tomasso Caivano nos narra que no quedaba otra alternativa, ante la imposibilidad de realizar una defensa seria de la ciudad, el caos civil imperante y la huida de los mandos militares regulares peruanos, que la rendición de Lima. Se presentó entonces en el cuartel general del ejército chileno en Chorrillos, el señor Rufino Torrico, alcalde municipal de Lima, S.E. el señor de Vorges, enviado extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Francia; S.E. el señor Spencer St. John, Ministro residente de S.M.B.; el señor Stierling, almirante británico; el señor Petit-Thouars, almirante francés; y el señor Labrano, comandante de las fuerzas navales italianas, quienes acordaron la rendición incondicional de Lima con la promesa de una entrada pacífica de las fuerzas chilenas a la misma. Anecdóticamente, dada la destrucción en la noche previa de Barranco y Chorrillos por parte de las milicias chilenas, se cuenta que los militares extranjeros amenazaron a los chilenos con romper fuego y hundir toda su flota de iniciarse algo similar en Lima, sin embargo no existen documentos escritos al respecto.

Caivano también nos cuenta los destrozos ocurridos por los militares chilenos en Barranco y Chorrillos, a la sazón los balnearios de las clases pudientes limeñas (el equivalente al actual Asia), donde los lujosos ranchos cometían en esplendor y en decorados finos.


Destrucción de Chorrillos - Archivo Courret (1881)

"No es esto lo peor (página 415). Entre tanta pobre gente asesinada en Chorrillos y en el Barranco, a sangre fría o en los vapores de la borrachera, se encuentran no pocos extranjeros, la mayor parte de los cuales eran italianos: y aquí, al considerar la criminal manera con que les fue quitada la vida a aquellos infelices… el inglés Mac-Lean, viejo médico octogenario, fue bárbaramente asesinado en su propio lecho y en la misma residencia del Ministro de su Nación, donde descansaba seguro bajo la égida del pabellón británico, que flotaba sobre el techo de la casa y que sin embargo fue impotente para protegerlo. Tres italianos, un francés y un portugués, cogidos a la orilla del mar el 13 de enero y detenidos prisionero sin saber por qué, fueron inicuamente fusilados la tarde del 14, mientras otro francés que estaba con ellos compraba a duras penas y con dinero, su vida que el terror le hizo perder algunos días después. El italiano Borgna, hecho prisionero mientras huía hacia Lima, y encerrado en una sala del hospital de Chorrillos, fue muerto de un tiro la mañana del 14, por el mismo soldado que hacía de centinela en su cárcel improvisada. Los italianos Ognio, Cipollina y Nerini, fueron asesinados en sus mismas pulperías, después saqueadas y destruidas. Otros tres italianos encontraban la muerte en la calles, mientras procuraban ponerse en salvo de tanta ira salvaje y feroz. El italiano Leonardi de Montecrestese, era muerto a tiros en su propia habitación, mientras estaba ocupado en socorrer a su pobre esposa, recién parida…"


Es así que, durante el caos inmediato a la derrota peruana, la Guardia Urbana extranjera se encargó de mantener y recuperar el orden público en Lima y Callao.

NOTA: En un post anterior también nos hemos referido al Dr. Mac-Lean, sobre las reclamaciones diplomáticas.









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(1) Pascual Ahumada: Guerra del Pacífico. Documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra, que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia. Tomos V-VI. Valparaíso 1888. Editorial Andrés Bello.
(2) Pascual Ahumada: Guerra del Pacífico. Documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra, que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia. Tomos VII-VIII. Valparaíso 1888. Editorial Andrés Bello.
(3) Historia de la Guerra de América entre Chile, Perú y Bolivia. Escrito por Tommaso Caivano, Arturo de Ballesteros y Contin. Publicado por Librería italiana, Bagheti hermanos, 1904.
(4) El ejército rojo de Patricio Lynch. The Clinic Nº 260 • Miércoles 17 de septiembre de 2008