Sabido es que el tema inmigratorio en el Perú del siglo XIX implicaba una fuerte carga racial, dado que en todos los documentos oficiales se aboga por una inmigración "blanca y europea", con ciertas excepciones como los proyectos de inmigración africana (o de esclavos del Chocó en Colombia) por parte de Antolín Rodulfo, o los proyectos de inmigración china sustentados por Juan Rodríguez y Domingo Elías, ambos proyectos con tintes esclavistas.
También es verdad que, dada la extensión del territorio peruano y la relativa escasa población, abogar por una inmigración de gente cualificada en diversas artes y oficios escasos o inexistentes en Perú, con ganas de superación y deseo firme de prosperar, nada tiene de malo en sí. El problema se suscita cuando prevalece la procura de dicha inmigración en detrimento de la educación y el desarrollo del elemento nacional, en este caso las grandes mayorías de origen andino y amazónico del país, compatriotas nuestros y con los mismos derechos que la población costera y de la Lima de entonces.
Así, aunque el principal tenor de las políticas inmigratorias en el siglo XIX tenían un trasfondo racista, eso no fue impedimento para que diversas voces se alzaran en contra de ello, como la opición ya reseñada de Basadre en "El canal de Uchusuma", en el cual se aboga no sólo por la inmigración extranjera, sino por la inclusión social de los compatriotas andinos y amazónicos. Este fin de semana pude revisar la "Monografía del Departamento de La Liberta. Apuntes inéditos de su geografía en el Perú" (1899) por Carlos B. Cisneros y Rómulo E. García. En dicha obra, además de los apuntes estadísticos y geográficos del departamento liberteño, quisiera mencionar un párrafo sumamente ilustrador de la manera de pensar de ciertos eminentes intelectuales peruanos de la época:
"En pocos departamentos como en el de La Libertad se halla tan desarrollada esta importante fuente de riqueza (agricultura), la que sin embargo no ha alcanzado el incremento a que está llamada, a pesar de los muchos dones con que la naturaleza ha favorecido su fértil suelo... dos inconvenientes paralizan o detienen aparentemente un desarrollo mayor: la falta de brazos y la escasez de aguas. Cuando a lo primero creemos que hay un medio fácil de conseguirlos, cuál es el de hacer partícipes a los braceros de las utilidades que se obtengan en una proporción convenida de antemano, para lo cual los indígenas se prestan de una manera admirable, tanto por sus condiciones especiales como porque así se apartarían de ese deseo innato de trabajar cierto tiempo para regresar después a su pueblo y explotar con sus economías las pequeñas chacaritas que poseen.
Este medio, que allá por el año 1876 lo llevó a cabo un hacendado de Ñepén con profícuos resultados, debería imitarse, pues aparte de las utilidades que obtendrían, se consiguría el de ir civilizando poco a poco a la raza indígena, que no parece sino se que hallara sujeta a una condición distinta a la de los demas seres humanos, debido exclusivamente a nuestra desatenencia por una raza tan llena de magnñificas cualidades desconocidas casi por la generalidad..."
Como vemos, en este documento dos prominentes figuras políticas de entonces no señalan como principal medio de progreso de la agricultura a la inmigración, sino a la participación de nuestros compatriotas con un margen de utilidades del cual se beneficien, no sólo como meros peones con un sueldo mínimo (o nulo), además de negar la famosa "indolencia del indio" sino todo lo contrario.
Visionarios sin duda, lástima que sus opiniones se hayan ahogado en el olvido y no haya prosperado en su época... e inclusive en la actual, más de un siglo después.
Cordialmente,
Eduardo Salazar
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